Una vez tuve un novio.
Éramos eternamente felices e intelectuales.
Íbamos al Cosmos, al Tita Merello y veíamos continuados de películas a 40 centavos...
Escuchábamos música y tomábamos quilmes Imperial de tres cuartos en bares de esquinas.
Escribíamos y pensábamos en la revolución intelectual.
Tirados en la esquina divagábamos entre amigos que se reían de nosotros y nos burlaban con una inocencia que nunca más ví...
Nos mirábamos y sabíamos qué pensábamos.
Estabamos un poco locos y eramos bastante vagos también.
Pero amábamos el tango y aprender.
Una vez, vimos un corto sobre Troilo y Él (mi novio) empezó a tocar el bandoneón...
nunca más encontré ese corto (que venía antes de una película... no recuerdo cuál), pero mi amor por el tango no se fue nunca...

No hay comentarios:
Publicar un comentario