Qué fracaso, pensaba Alicia... nunca me sentí más aplomada en mi vida. ¿Será así cómo se sienten los lobos marinos que apenas pueden levantar los párpados? ¿Se sentirá así una persona justo, justito antes de morir? Así de pesada, eterna, aplastada ¿? En un momento tuvo ganas y se enderezó un poquito. Cuando se dió cuenta de que no era para tanto... se sentó. Y ahí quedó por un largo rato. Si seré boluda, pensó...
Se puso de pie, se preparó un café y miró por la ventana.
El olorcito del café la llevó al pasillo de Loreto, al blem y la franela... en ese preciso instante se sintió tan liviana que sus cejas volaron... su frente pareció hincharse, se ensanchaba y latía en cámara lenta.
Recordó que debía hacer unos llamados y eso la devolvió rápido a la cotidianeidad. Entonces, pensó, lo mejor será descansar un rato, antes de volver al trabajo...
y así pasó sus días... del sillón a la ventana y de la ventana al sillón. Sin más ganas que de prepararse un café.
En la oficina ya no la esperan.
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