Nunca había estado en un monasterio.
Es un lugar imponente.
Lleno de imágenes encontradas.
Ni opuestas ni simbióticas.
Se encuentran pavos reales, cruces de todos tamaños, pasillos largos, escaleras un poco tenebrosas y cocinas agradables. Mármol impoluto y madera derrumbrada, vidrios rotos y perros y gallos...
Cuando unos amigos, que bautizaban a su hija, me pidieron que fuera a sacar fotos, dije que sí sin dudarlo. Me dijeron "Te va a gustar, hay un cementerio"
En 1730 (apróx) hicieron el Monasterio de Carmen de Areco y en 1830 construyeron uno más grande, delante del anterior.
Hay un cementerio con monjes tan antiguos como el lugar y 60 camas. Árboles soñados, un horno de barro, casitas dispersas por todos lados y bancos solitarios.
Un día hermoso que me dejó ganas de volver para sacar todas esas fotos que me escaparon.
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